lunes, 23 de septiembre de 2013

Los judíos, un pueblo oprimido

Mucho se dijo, se escribió y se escuchó sobre los judíos. Cosas exageradas y a veces contrarias a la historia. Se les atribuyen vicios, espíritus sectarios, determinadas profesiones y malas costumbres. El esteriotipo del judío fue ampliamente difundido desde la literatura, el cine y los diarios. Durante la Edad Media se los odiaba por poseer grandes fortunas realizadas gracias a su profesión de prestamistas ya que según la Iglesia Católica era pecado para sus fieles el negocio de los préstamos con intereses. Así fueron reconocidos como seres avaros, sin escrúpulos, hombres de negocios y grandes comerciantes.

Pero, ¿Cómo negar sus años de sufrimiento que se remontan al Medioevo? ¿Cómo negar las novelas, documentales, poemas e historias de vida que relatan su segregación, expulsión y matanza? ¿Cómo negar la voz de un sobreviviente de Auschwitz?

Los judíos fueron un pueblo oprimido desde la Edad Media hasta el Holocausto con el antisemitismo de la Modernidad. Fueron concebidos como los culpables de los males en las sociedades medievales en forma de antijudaísmo donde no se los quería matar sino asimilar o expulsar. Luego los movimientos antirrevolucionarios de la Ilustración utilizaron el racismo para su destrucción.

El antijudaísmo se gestó en Occidente cuando el cristianismo pasó a ser la religión del Estado durante el reinado del emperador Teodosio a fines del siglo IV. “Acusados de deicidas hasta el Concilio de Trento, los judíos formaron en Europa una comunidad que no tenía asignado ningún territorio, no pudiendo ejercer más que oficios prohibidos a los cristianos”, señala la historiadora, escritora y psicoanalista francesa, Élisabeth Roudinesco, en su libro
A las vueltas con la cuestión judía.

“Libertad, Igualdad y Fraternidad” fue el lema de la Revolución Francesa que comenzó en 1789 y se extendió más allá de sus fronteras. Francia fue la patria de los derechos humanos, en donde se emanciparon a los judíos en 1791, pero donde también nació la idea antisemita a mediados del siglo XIX.
  Se pasa de este modo del antijudaísmo al antisemitismo, el cual se difundió por toda Europa con diferentes variantes. Desde lo biológico y racial en Alemania, hasta lo nacionalista y católico en Francia aunque para la Segunda Guerra Mundial abarcaba específicamente el odio a los judíos y no a los demás pueblos semitas.

Si bien la brutal persecución hacia comunidad judía alcanzó su punto más alto durante el Holocausto, los Pogroms o linchamientos multitudinarios realizados por la Rusia zarista entre 1880 y 1921, también estuvieron propiciados por una fuerte política antisemita.

Cuando apareció el nazismo en Alemania y el fascismo en Italia, liderados Adolf Hitler y Benito Mussolini respectivamente, las ligas antisemitas estigmatizaban no ya al judío por la religión sino por la raza, considerada inferior a la aria. Édouard Drumont en su libro La Francia judía de 1886 lo explica claramente: “El semita es el judío, un ser que pertenece a una raza antes que ser practicante de una religión”.

Un ejemplo del sufrimiento de este pueblo es El Diario de Ana Frank. Un estremecedor relato escrito por una niña de 13 años que documenta como dos familias judías permanecieron escondidas durante 25 meses  en Ámsterdam para evitar ser llevados por la Gestapo a los campos de concentración. “Quiero contarte lo que cada uno de nosotros desea hacer el primer día que salga”, le dice Ana Frank a su diario intimo al cual llamó Kitty y a quien le contaba sus más profundos pensamientos y sentimientos.

Si esto es un hombre, escrito en primera persona por Primo Levi entre 1945 y 1947, es otro testimonio del Holocausto donde el autor narra sus días en Auschwitz. “En los interrogatorios preferí declarar mi condición de ciudadano italiano de raza judía porque pensaba que no habría podido justificar de otra manera mi presencia en aquellos lugares”, comenta en su libro el superviviente, quien describe con detalle el viaje en tren hacia el campo, el trabajo diario, la convivencia con otros compañeros en los blocks y sobre todo el mal trato, la matanza y la humillación que no parecían provenir de seres humanos.

Los judíos eran mayoría en este campo de concentración y exterminio situado al sur de Polonia. Fueron despojados de sus vestimentas, rapadas sus cabelleras, sus nombres fueron reemplazados por un número tatuado, padecieron el hambre, la sed y el frío, los utilizaron como ratas de laboratorio para experimentos médicos y fueron asesinados en cámaras de gas. “El pan es nuestra única moneda: entre los pocos minutos que transcurren entre su distribución y su consumición, el Block resuena con reclamaciones, peleas y fugas”,  narra de este modo Levi el momento de la comida.

Estos son solo algunos de los momentos de sufrimiento que vivió el pueblo judío que si bien alcanzó su climax con el ex canciller alemán Adolf Hitler y su antisemitismo, comenzó mucho tiempo atrás  remontándose a los mismos orígenes del cristianismo como religión oficial del Imperio Romano. 

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