Los judíos, un pueblo oprimido
Mucho se dijo, se escribió y se escuchó sobre los
judíos. Cosas exageradas y a veces contrarias a la historia. Se les atribuyen
vicios, espíritus sectarios, determinadas profesiones y malas costumbres. El
esteriotipo del judío fue ampliamente difundido desde la literatura, el cine y
los diarios. Durante la Edad Media se los odiaba por poseer grandes fortunas
realizadas gracias a su profesión de prestamistas ya que según la Iglesia
Católica era pecado para sus fieles el negocio de los préstamos con intereses.
Así fueron reconocidos como seres avaros, sin escrúpulos, hombres de negocios y
grandes comerciantes.
Pero, ¿Cómo negar sus años de sufrimiento que se
remontan al Medioevo? ¿Cómo negar las novelas, documentales, poemas e historias
de vida que relatan su segregación, expulsión y matanza? ¿Cómo negar la voz de
un sobreviviente de Auschwitz?
Los judíos fueron un pueblo oprimido desde la Edad Media hasta el Holocausto con el antisemitismo de la Modernidad. Fueron concebidos como los culpables de los males en las sociedades medievales en forma de antijudaísmo donde no se los quería matar sino asimilar o expulsar. Luego los movimientos antirrevolucionarios de la Ilustración utilizaron el racismo para su destrucción.
Los judíos fueron un pueblo oprimido desde la Edad Media hasta el Holocausto con el antisemitismo de la Modernidad. Fueron concebidos como los culpables de los males en las sociedades medievales en forma de antijudaísmo donde no se los quería matar sino asimilar o expulsar. Luego los movimientos antirrevolucionarios de la Ilustración utilizaron el racismo para su destrucción.
El antijudaísmo se gestó en Occidente cuando el cristianismo pasó a ser la religión del Estado durante el reinado del emperador Teodosio a fines del siglo IV. “Acusados de deicidas hasta el Concilio de Trento, los judíos formaron en Europa una comunidad que no tenía asignado ningún territorio, no pudiendo ejercer más que oficios prohibidos a los cristianos”, señala la historiadora, escritora y psicoanalista francesa, Élisabeth Roudinesco, en su libro A las vueltas con la cuestión judía.
“Libertad, Igualdad y Fraternidad” fue el lema de la Revolución Francesa que comenzó en 1789 y se extendió más allá de sus fronteras. Francia fue la patria de los derechos humanos, en donde se emanciparon a los judíos en 1791, pero donde también nació la idea antisemita a mediados del siglo XIX. Se pasa de este modo del antijudaísmo al antisemitismo, el cual se difundió por toda Europa con diferentes variantes. Desde lo biológico y racial en Alemania, hasta lo nacionalista y católico en Francia aunque para la Segunda Guerra Mundial abarcaba específicamente el odio a los judíos y no a los demás pueblos semitas.
Si bien la brutal persecución hacia comunidad judía alcanzó su punto más alto durante el Holocausto, los Pogroms o linchamientos multitudinarios realizados por la Rusia zarista entre 1880 y 1921, también estuvieron propiciados por una fuerte política antisemita.
Cuando apareció el nazismo en Alemania y el
fascismo en Italia, liderados Adolf Hitler y Benito Mussolini respectivamente,
las ligas antisemitas estigmatizaban no ya al judío por la religión sino por la
raza, considerada inferior a la aria. Édouard Drumont en su libro La Francia judía de 1886 lo explica
claramente: “El semita es el judío, un ser que pertenece a una raza antes que
ser practicante de una religión”.
Un ejemplo del sufrimiento de este pueblo es El Diario de Ana Frank. Un estremecedor
relato escrito por una niña de 13 años que documenta como dos familias judías
permanecieron escondidas durante 25 meses
en Ámsterdam para evitar ser llevados por la Gestapo a los campos de
concentración. “Quiero contarte lo que cada uno de nosotros desea hacer el
primer día que salga”, le dice Ana Frank a su diario intimo al cual llamó Kitty y a quien le contaba sus más
profundos pensamientos y sentimientos.
Si
esto es un hombre, escrito
en primera persona por Primo Levi entre 1945 y 1947, es otro testimonio del
Holocausto donde el autor narra sus días en Auschwitz. “En los interrogatorios
preferí declarar mi condición de ciudadano italiano de raza judía porque
pensaba que no habría podido justificar de otra manera mi presencia en aquellos
lugares”, comenta en su libro el superviviente, quien describe con detalle el
viaje en tren hacia el campo, el trabajo diario, la convivencia con otros
compañeros en los blocks y sobre todo el mal trato, la matanza y la humillación
que no parecían provenir de seres humanos.
Los judíos eran mayoría en este campo de
concentración y exterminio situado al sur de Polonia. Fueron despojados de sus
vestimentas, rapadas sus cabelleras, sus nombres fueron reemplazados por un
número tatuado, padecieron el hambre, la sed y el frío, los utilizaron como
ratas de laboratorio para experimentos médicos y fueron asesinados en cámaras
de gas. “El pan es nuestra única moneda: entre los pocos minutos que transcurren
entre su distribución y su consumición, el Block resuena con reclamaciones,
peleas y fugas”, narra de este modo Levi
el momento de la comida.
Estos
son solo algunos de los momentos de sufrimiento que vivió el pueblo judío que
si bien alcanzó su climax con el ex
canciller alemán Adolf Hitler y su antisemitismo, comenzó mucho tiempo
atrás remontándose a los mismos orígenes
del cristianismo como religión oficial del Imperio Romano.
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